Cuando fue canonizado, el Papa Gregorio IX pronunció la antífona
"O doctor optime" en su honor y, de esta manera, se
anticipó en siete siglos a la fecha del año 1946, cuando el Papa
Pío XII declaró a San Antonio "Doctor de la Iglesia".
San Antonio es el patrón de los pobres y, ciertas limosnas
especiales que se dan para obtener su intercesión, se llaman
"pan de San Antonio"; esta tradición comenzó al
practicarse en 1890.
En ocasiones se le presentó con un lirio en las manos y también
junto a una mula que, según la leyenda, se arrodillo ante el Santísimo
Sacramento que mostraba el Santo; la actitud de la mula fue el
motivo para que su dueño, un campesino escéptico, creyese en la
presencia real.
|
|
San
Antonio de Padua
13 de Junio
Doctor de la Iglesia
Vino
al mundo en 1195 en la ciudad de Lisboa y en la pila bautismal se
le llamó Fernando, nombre éste que cambió por el de Antonio al
ingresar en la Orden de Frailes Menores. Sus padres, jóvenes
miembros de la nobleza de Portugal, dejaron que los clérigos de
la Catedral de Lisboa se encargaran de impartir los primeros
conocimientos al niño. A los diecisiete
años se traslado a Coimbra donde se dedicó por entero a la
plegaria y el estudio; gracias a su extraordinaria memoria
retentiva, llegó a adquirir, en poco tiempo, los más amplios
conocimientos sobre la Biblia.
Fernando por ese tiempo sintió el anhelo de dar la vida por
Cristo. En cierta oportunidad algunos frailes franciscanos
llegaron a hospedarse en el convento se Santa Cruz, donde estaba
Fernando; este les abrió su corazón y fue tan empeñosa su
insistencia, que a principios de 1221, se le admitió en la orden.
Al poco tiempo se fue a hacer cargo de la solitaria ermita de San
Paolo, cerca de Forli, donde se entrego a la oración en la
capilla o en la cueva donde vivía y al servicio de los demás
frailes ocupado sobre todo en la limpieza de los platos y
cacharros.
En cierta ocasión, al celebrarse una ordenación en Forli, se le
ordenó a San Antonio, ahí presente, que fuese a hablar y dijera
lo que el Espíritu Santo le inspirara. El joven obedeció sin
chistar y, desde que abrió la boca hasta que terminó su
improvisado discurso, todos los presentes lo escucharon como
arrobados, embargados por la emoción y por el asombro, a causa de
la elocuencia, el fervor y la sabiduría de que hizo gala el
orador. El episodio le valió a Antonio el reconocimiento de todos
sus hermanos, y desde entonces predico en varias partes de la
Romagna,
donde obtuvo muchos éxitos, en especial, en la conversión de los
herejes.
Además de la misión de predicador, se le dio el cargo de lector
en teología entre sus hermanos. Aquella fue la primera vez que un
miembro de la Orden Franciscana cumplía con aquella función,
misión que fue reconocida por San Francisco en una carta escrita
a San Antonio. Poseía todas las cualidades del predicador:
ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión, un ardiente
celo por el bien de las almas y una voz sonora y bien timbrada que
llegaba muy lejos. Por otra parte, se afirmaba que estaba dotado
con el poder de obrar milagros. A veces, bastaba su presencia para
que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; su persona
irradiaba la santidad. A donde iba la gentes le seguían en tropel
para escucharle, y con eso había para que los criminales
empedernidos, los indiferentes y herejes,
pidiesen confesión.
Luego se traslado a Padua, donde fijo su residencia definitiva,
una ciudad donde anteriormente había trabajado, donde todos lo
amaban y veneraban y donde, en mayor grado que en cualquier otra
parte, tuvo el privilegio de ver los abundantísimos frutos de su
ministerio. Porque no solamente escuchaban sus sermones multitudes
enormes, sino que éstos obtuvieron una muy amplia y general
reforma de conducta.
Después de predicar una serie de sermones, su salud comenzó a
resentirse. El 13 de junio de 1231, en la habitación particular
del capellán de las Clarisas Pobres de Arcella pasó a recibir
sus recompensas en la vida eterna. Fue canonizado antes de haber
transcurrido un año de su muerte, por el Papa Gregorio IX.
Por regla general, a partir del siglo XVII, se ha representado a
San Antonio con el Niño Jesús en los brazos; ello se debe a un
suceso que tuvo mucha difusión y que ocurrió cuando San Antonio
estaba de visita en la casa de un amigo. En un momento dado, éste
se asomó por la ventana y vio al santo que contemplaba, arrobado,
a un niño hermosísimo y resplandeciente que sostenía en sus
brazos.
|